La mañana del 20 de agosto el ejército de Liñán tomó el fuerte por asalto y me encontró sentada en
mi casa junto con mis hijos y criadas, esperando con ánimo varonil el destino de la Providencia. De allí Liñán me envió presa a León con escolta de caballería, yendo a pie, a pesar de estar embarazada; me
acompañaban mis criadas cargando a mis pequeños hijos. Ya en León fuimos conducidos a la cárcel pública y encerrados en una sala pequeña e insalubre que servía de capilla a los condenados a muerte.
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