Cuando en 1814 mi esposo Pedro se lanzó a la guerra de Independencia y me hizo
presente su resolución diciéndome que yo era libre en conciencia para
seguirlo o quedarse con mis hijos en Lagos o en casa de sus padres, yo no trate de
disuadirlo y afirmé que con mis hijos correría la misma suerte que mi esposo. Y a la
palabra uní la acción. Salí de Lagos con mis hijos y criadas y me uní al
pronunciamiento de la hacienda de La Sauceda.
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